Seminario: “SOBERANÍA, GRACIA Y PROPÓSITO” Un estudio basado en el libro de JOB Pastor/Maestro Wilm
Objetivo: Conocer a Dios como Rey soberano en toda su creación y Reino, en la manifestación de su gracia por encima de todo concepto de justicia humana, lo cual nos lleva al conocimiento y ejecución de Su propósito.
Introducción: ¿Cuál es el concepto de sufrimiento que conocemos? ¿Qué significa “sufrir”? ¿Por qué sufren las personas?
Capítulo 1.-
Primera parte. 1:1-5 Aspectos características de la vida de Job:
Perfil espiritual de Job reconocido por Dios: “Perfecto, recto, temeroso de Dios y apartado del mal”(1:1,8; 2:3)
Familia y bienes de Job: 7 hijos, 3 hijas, 7000 ovejas, 3000 camellos, 1000 bueyes, 500 asnas, muchísimos servidores; era el oriental más rico, políticamente el más influyente e importante; empresarialmente el más acaudalado, socialmente el más famoso y conocido, y espiritualmente el más piadoso (1:2,3).
Estilo de vida de Job y su familia: (1:4,5). Los hijos de Job vivían para la diversión, sin responsabilidades y sin propósito. La vida de Job giraba en torno a la vida de sus hijos, practicando un sacerdocio intercesor exclusivo para ellos, pero nada efectivo. La esposa de Job estaba totalmente aislada tanto de la vida de sus hijos como de la su esposo, ni siquiera se nombra en la descripción de la cotidianidad de ellos como familia.
Segunda parte del Capítulo 1.- 1:6-12: Reporte en el Reino de Dios de la gestión angelical.
Todos los ángeles están bajo la cobertura y el mando de Dios en su Reino 1:6; 2:1.
Satanás no tiene un reino propio, él pertenece al Reino de Dios y está sujeto a Él y así como todos los ángeles que nos sirven deben rendirle cuentas a Dios de lo que hacen, él también debe hacerlo y acatar sus órdenes y respetar los límites que Dios como Rey le establece (1:6, 7, 12; 2:6; Lc. 22:31; Zac. 3:1-10).
En el pasaje de Zacarías (3:1-10) se representa a satanás como un integrante del tribunal de Dios. Acá cumple una función como fiscal. Dios creó a este ángel llamado “LUCIFER”, cuyo significado es “Ángel de Luz” para que cumpliese una función como “Fiscal” en el Reino, y muy a pesar de su soberbia, pretensión y rebeldía, él está obligado a cumplir su ministerio (servicio), cuyas características son :
Fungir como fiscal para señalar en bien y el mal. (gen.2:9,17), él era ese árbol en el huerto de Edén (Ezequiel 28:13), y Jesús es el Árbol de la Vida.
Le fue delegada autoridad para señalar y acusar. (Isa. 14:5; Apoc. 12:10; Luc. 22:31).
Acusar, culpar y solicitar castigo contra la descendencia de Adán (Judas 1:9; Ex.2:11-15; Dt. 34:5,6; Rom. 8:33).
Estas Funciones fueron asignadas al “Lucero de la mañana” y en Ezequiel está descrito como fue su creación: Ez. 28:11-19. Veamos algunas de sus características:
El sello de la perfección
Lleno de sabiduría y acabado de hermosura
Estuvo en Edén ( el árbol de la ciencia del bien y del mal)
Fue vestido con piedras preciosas
Fue creado con música
Se le asignó el rango de Querubín
Era un protector
Se le asignó un lugar y posición de honor
Como Querubín protector estaba cerca de Dios y era muy íntimo con Él
Era perfecto en su conducta
Pero todas estas características lo llevaron a ensoberbecerse y a pretender que podía ser Dios: Ez. 28:1-10; Isc. 14:12-21. Debemos puntualizar que una vez que este Ángel consideró sus dones, posición, inteligencia, hermosura, capacidad, conocimiento y autoridad, distorsionó su propósito y razón de ser y quiso ser igual a Dios. El Creador lo censuró y estableció un dictamen sobre él y desde entonces, se ha dedicado a buscar evidencia, razones y elementos para acusar y destruir a la descendencia del primer Adán.
Es menester establecer diferencia entre la descendencia de Adán (hijos de Dios por creación) y la descendencia de Jesús (hijos de Dios por adopción y genética divina).
Satanás como protector, fiscal y acusador, solo tiene jurisdicción en la tierra con la descendencia del primer Adán (Judas 9: todos los judíos pero especialmente los de la línea genealógica a través de la cual vino Jesús: las 42 generaciones referidas en Mateo 1:1-17).
Satanás no tiene en absoluto ni poder, ni autoridad legal, ni jurisdicción, ni evidencia alguna (Col. 2:14) contra los hijos de Dios adoptados por medio de Cristo, desde antes de la fundación del mundo, a quienes se les transfirió el ADN divino a través del injerto en el olivo (Romanos 11:17-24) y fueron autenticados por medio del bautismo, muerte y resurrección de Cristo (Col. 2:11,12, Ef. 1:3-6; 2:4-10; 14-18; Rom 6:3-11; 8:33).
Tercera parte del Capítulo 1. 1:13-22. Lo natural y lo humano detrás de una causa espiritual.
En pleno disfrute de una vida espléndida y envidiable, Job comienza a experimentar la adversidad a través de circunstancias de dos tipos: humana y natural; no obstante, ambas provenían de una misma fuente: Espiritual.
Los versos 13 al 15 y 17 relatan hechos que pudiesen caracterizarse como acontecimientos humanos. Tal vez por razones de tipo político, económico o hasta religioso, la razón misma es irrelevante. Lo que se debe destacar acá es que estos asaltos fueron contra los bienes de Job, contra su patrimonio y como consecuencia, fueron también asesinados sus empleados.
Por otro lado, los versos 16,18 y 19, relatan que lo acontecido se puede clasificar como fenómenos naturales, destruyendo lo que pudiésemos interpretar como el patrimonio espiritual de Job: sus hijos, ovejas y pastores.
Estos hechos reunidos, sin embrago, dejan entrever que no se trataba de circunstancias aisladas que coincidieron en un mismo día. Es decir, ¿qué probabilidad había de que en un mismo día, sin conspiración previa de por medio, los vecinos y pueblos cercanos a la tierra de Job tomaran por asalto su hacienda, robaran todos sus animales y asesinaran a sus empleados, y que el mismo día, ocurriesen dos fenómenos naturales a través de viento y fuego, arrojando como resultado la muerte inevitable e instantánea de sus hijos, sus pastores y ovejas y destruyendo parte de sus edificaciones?
Pero por muy sorprendente que parezcan estos acontecimientos, de alguna manera siempre estuvieron presentes en la vida de Job. En el verso 25 del capítulo tres él expresa “…. me ha acontecido lo que temía…” “…Me sobrevino el temor que me espantaba…” Estas palabras expresaban la verdadera vida que en esencia Job llevaba; es decir, su estilo de vida devota y dedicada a la oración e intercesión por sus hijos, tal como elocuentemente lo expresa el verso cinco del primer pasaje del libro (1:5) ¿era producto de una verdadera adoración al Padre o simplemente, la oración del pecador penitente que religiosamente imploraba a Dios impulsado por los temores que la asaltaban constantemente? Es de considerar que varias de sus declaraciones en el capítulo tres dan cuenta de sus sacrificios y ritos en favor de sus hijos, por la probabilidad de que hayan ofendido a su fe y a Dios mismo, con la vida licenciosa que él como padre les había permitido y estaba seguro que llevaban.
Muy a pesar de todo esto, los versos siguientes (1:20-22) demuestran el respeto que Job le tenía a Dios. Rasgó su manto y rasuró su cabeza como expresiones de luto, lamento y dolor por lo acontecido, pero ante ello, apela a la soberanía de Dios y da muestras de aceptación por las irreparables pérdidas, tanto humanas como materiales. “…desnudo salí…”, lo cual quiere decir que “todo lo que tengo, tenia o llegue a tener es por gracia y favor, divino”. “…Jehová dio y…quito”, lo que significa que no existe de parte de Dios ningún contrato que lo obligue a darme, bendecirme o a perpetuar su favor hacia mí, sino que lo hace porque quiere, por amor y misericordia para conmigo. Ante esta conclusión, solo queda una expresión de adoración: “¡Sea el nombre de Jehová bendito!”
Finalmente, el verso 22 levanta el más digno epitafio a la muerte de este capítulo en la vida de Job, diciendo que a pesar de lo duro de la circunstancia, él “no pecó ni responsabilizó a Dios por lo sucedido”; antes, lo adoró.
Capítulo 2.-
Primera parte 2:1-6. Se inicia la segunda parte del ataque satánico contra Job en su afán de demostrar que este era capaz de renegar de Dios si El creador le retiraba su favor, el argumento en esta ocasión es la salud de Job.
La primera sección del capítulo (v.1-6) comprende la presentación y reporte de satanás ante Dios para rendirle cuentas, al igual que el resto de los ángeles. Tal como nos referimos ampliamente en el capítulo uno, satanás tiene unas tareas y funciones que cumplir ante el Todopoderoso, como miembro del ejército de ángeles creados con el propósito de servir a los herederos del Reino, solo que en el caso de él, su papel lo llevó simplemente a destacar las fallas, debilidades, contradicciones y maldad existentes en los siervos de Dios (específicamente en los hebreos, pertenecientes a la línea genealógica del Mesías, ya que su objetivo último y primordial era la destrucción del propio Mesías).
Vemos una vez más que Dios mismo hace “alarde” ante Satanás sobre su siervo Job. El pasaje presenta a Dios como siendo víctima de las incitaciones del maligno para arruinar a Job, e ir en contra de su familia y de su patrimonio, pero en realidad quien fue manipulado una y otra vez, fue satanás. El Creador planteó el escenario ideal para hacer relucir los bajos instintos de satán y que este le solicitase permiso para ir contra Job; y justamente, eso fue lo que sucedió. Satanás inmediatamente le propone ir ahora contra su integridad física y con el permiso del Soberano afecta su salud, como la evidencia que pondría de relieve la falta de integridad de Job y su consecuente blasfemia contra Dios.
Por su lado Dios, mediante la iniciativa satánica, manipula a este para hacer que Job viva el proceso necesario que lo catapultaría hacia su siguiente nivel espiritual. No obstante, como en el caso anterior, el Creador le establece al maligno el límite que no debía pasar, lo cual respetó, igualmente, en este caso: 2:2-6.
Segunda parte 2:7-10. El Creador autoriza a satán para que una vez más tiente a Job y afecte su salud. Job afronta hasta la oposición de su propia esposa en medio del ya humillante y desdichado cuadro de su vida.
Satanás, totalmente determinado a lograr su macabro plan para demostrarle a Dios que Job renegaría de Él y demostrarle que su fidelidad estaba soportada en sus favores, arremete contra éste, provocándole una espantosa y angustiante enfermedad en toda su piel (v. 7,8). Algunas versiones refieren que se trataba de una sarna, otros manuscritos más antiguos, emplearon la palabra lepra. Lo cierto es que, en uno u otro caso, el mal de Job era tal, que utilizaba algún tipo de osamenta para rascarse y aun así no hallaba alivio.
Como si fuese poco lo ya sumamente desesperante del estado que Job vivía, su esposa se presenta, reprochándole su resignada actitud fiel y respetuosa ante el Creador y le incita a renegar de Él, diciéndole: “¿Aún retienes tu integridad? ¡maldice a Dios y muérete!”. Ante lo que Job consideró una blasfemia, responde inmediatamente a su esposa, calificándola como una apóstata, al decirle que había hablado como “… cualquiera de las mujeres fatuas…” y añade una interrogante que abre la discusión sobre otro paradigma: “¿Recibiremos de Dios el bien y el mal no lo recibiremos?”.
En primer término, la irrupción de la esposa de Job en esta historia solo para plasmar una nota discordante ante el ya fatídico escenario, nos permite analizar y plantearnos algunas hipótesis acerca de la estructura del hogar de este patriarca. Ya hemos visto que de acuerdo a los primeros seis versos del capítulo uno, la vida de Job giraba en torno a la de sus hijos. No solamente él como padre y patriarca había asumido una actitud tolerante ante la conducta de ellos, sino que podríamos decir, mantenía casi literalmente un estado de “no intervención” en sus vidas. Sin duda alguna, la descripción que el mismo Creador tiene de Job no constituía ninguna influencia para sus hijos. Podemos ver el contraste entre lo que representaba la cotidianidad de ambos, en los versos cinco y seis del primer capítulo. Por otro lado, la esposa de Job no se menciona para nada durante todo el relato que describe las actividades familiares. De hecho, en los 42 capítulos del libro la única referencia que se hace de ella es cuando aparece en este segundo capítulo, incitando a Job a que renegara de Dios. Este hecho nos da una idea acerca de la estructura familiar del hogar de Job: Un hombre reconocido en el Reino de Dios como “perfecto, recto, temeroso de Dios y apartado del mal”; un patriarca muy renombrado y reconocido y de mucho respeto en todo el país, pero incapaz de ejercer influencia sobre sus propios hijos y sobre su esposa.
No obstante, los labios de Job no se abrieron para hablar mal contra Su Creador, al menos hasta este momento de su proceso. Pudiésemos levemente justificar la actitud de su esposa debido a la desgracia experimentada de haber perdido a sus diez hijos, a todos sus empleados, a su hacienda como patrimonio y fuente de sus riquezas, así como sus bienes materiales, todo en un mismo día. Y ahora, viendo a su esposo padeciendo con una bochornosa y terrible enfermedad sin hallar alivio alguno. El grado de desesperación en su caso, a quien ni siquiera se le menciona que compartía la fe de Job, es en cierto caso, entendible. Y aun sin menoscabo de su ofensiva declaración, esta resultó irrelevante si se quiere, ante la posterior conducta de Job mostrada en el capítulo que sigue.
El verso 10 que muestra la reprensión de Job hacia su esposa, plantea la interrogante que encierra un paradigma: “¿Recibiremos de Dios el bien y el mal no lo recibiremos?” En el contexto de lo que acá ocurre, Job atribuye a Dios todo lo que está viviendo. Su pregunta supone que así como habían disfrutado de la prosperidad, el progreso, la abundancia, la seguridad, el bienestar, la paz y todo lo que se describe en los primeros seis versos del libro, incluyendo los excesos en los que vivían sus hijos, Job da a entender que esta condición adversa, contraria y opuesta a la que habían gozado, también debían recibirla con respeto hacia Dios, siendo que venía de Él. Bien y mal, ambas cosas son enviadas por Dios, razona Job. Y si esto es así, ¿recibiremos lo uno y lo otro no? Este razonamiento, aunque implica un súbito contraste con la afirmación con la que finaliza el capítulo anterior (1:22), pareciese ser una acepción ligeramente respaldada por todos. Se abstrae de la pregunta, que no existía duda en Job acerca de que la procedencia del mal que les había sobrevenido, era de parte de Dios. En ningún momento se le atribuye a satanás. A decir verdad, a excepción de los primeros dos capítulos, satanás no aparece en todo el libro ni siquiera como sospechoso de haber sido el autor de toda la barbarie que Job padecía. Al menos no lo era en el pensar de Job ni en el de sus amigos. Esto hace surgir dos posibilidades, por muy chistosas que puedan parecer: o satanás fue tan efectivo llevando a cabo su destructiva tarea que ni siquiera se sospechaba de su autoría en todo este desastre, o él ni siquiera era un tema de conversación en esta generación. Esto último podría ser la razón de la absolución a satán en todo el posterior juicio filosófico de los subsiguientes 36 capítulos, exceptuando el quinto; y más que eso, de que ni siquiera se le haya llamado a comparecer por sobreseimiento. Pero al mismo tiempo, nos puede plantear un concepto de soberanía en el cual Dios aparecería como el absoluto autor y ejecutor de todo lo que ocurre, y ello podría dar cuenta del simple razonamiento de Job con su pregunta de retórica. Pero considerando la soberanía de Dios en el contexto de toda la Escritura Sagrada y tomando en cuenta que lo que satanás ejecutó acá no fue de manera arbitraria ni autónoma, sino debidamente autorizado, permisado y debidamente limitado por el Creador, tendríamos entonces la correcta percepción de soberanía y suficientes elementos para dejar de atribuirle a satanás una especie de “poder hacer lo que se le venga en ganas”, según el pensamiento religioso del cristianismo tradicional.
Empero, las Escrituras Sagradas están plagadas de textos que dicen todo lo contrario y que muestran el verdadero carácter del Ser Supremo; es decir, como por ejemplo en voz de Santiago: “Dios no puede ser tentado por el mal, ni Él tienta a nadie” (Sant. 1:13), y “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza ni sobra de variación” (Sant. 1:17); “…para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Rom. 12:2); “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz y no de mal, para daros el fin que esperáis” (Jer. 29:11); “…bueno y recto es Jehová…”; “…porque Jehová es bueno, para siempre es su misericordia…”; “…bueno eres tú y bienhechor, enséñame tus…” (Sal. 25:8; 100:5; 119:68); “…ninguno hay bueno sino uno, Dios” (Luc. 18:19); “…porque todo lo que Dios creó es bueno…” (I Tim. 4:4). En definitiva, Dios no produce el mal sobre la tierra ni sobre ninguno de sus hijos. Dios es bueno.
Tercera parte 2:11-13. Esta última sección del pasaje nos presenta la visita de tres amigos de Job que llegaron de otros países para acompañarlo y consolarlo.
Estos tres amigos de Job que acordaron visitarlo con el propósito de consolarlo, provenían de otras tierras, lo cual ratifica la fama de Job en toda la región. Se habían puesto de acuerdo para ir a visitarlo y acompañarlo en su dolor. No obstante, al llegar y ver con sus propios ojos el estado físico de Job, amén de su hacienda y la desaparición de su familia, solo les quedó levantar endecha y postrarse en tierra con la debida señal de luto y dolor, siendo empáticos con él en lo que padecía.
Se observa, al menos en este inicial encuentro, una actitud ejemplar, en el marco de su cultura, de parte de estos tres personajes, quienes realizaron un alto en sus vidas para ir a acompañar a su amigo. Un verdadero ejemplo de amistad, más allá de lo que implicó la sesión filosófica que sostuvieron posteriormente y que ocupa el mayor contenido del libro.
Capítulo 3.-
En el ámbito de la literatura oriental bajo la cultura hebrea y de otros pueblos gentiles alrededor de la antigua Mesopotamia, el mayor contenido del libro de Job es una poesía y específicamente, una elegía, como en el caso del libro de Lamentaciones. El carácter poético se inicia en este tercer capítulo, los primeros dos son introductorios a modo de un prefacio para los 39 restantes, con la exclusión del último que tiene más carácter de contenido histórico. En esta breve elegía del capítulo tres, Job maldice el día de su nacimiento y se dejan entrever algunos elementos que ponen de relieve su profunda depresión e inconsolable estado de quebrantamiento.
Primera parte 3:1-7 Job deplora haber nacido
Los primeros nueve versos registran la amplitud de la maldición de Job en cuanto al día de su nacimiento. Hace alusión tanto al día como a la noche, tal vez al no estar seguro acerca de la hora en que nació. Lo declara sombrío, oscuro, sin luz y en total tinieblas. Los epítetos profundizan el grado de su desconcierto ante la amargura que siente, por el solo hecho de haber nacido. Desea que tal día desaparezca de entre los meses y se esfume totalmente del calendario. En el verso ocho Job amplía el espectro de su maldición, al otorgarle a los maldicientes de la tierra el derecho de maldecir ellos también este su día de nacimiento. Lo declara ausente de toda luz, sin amanecer y sin aurora.
En el pensamiento hebreo la maldición de Job tiene un sentido transgeneracional. Maldecir el día de su nacimiento no solo produce un impacto sobre la vida de la persona en sí, sino sobre su ascendencia y sobre su descendencia. Job implicó a sus generaciones en su maldición. Al haber declarado maldición sobre el día de su nacimiento, estaba maldiciendo a sus hijos, a los hijos de sus hijos y a los hijos de estos últimos hasta la cuarta generación. Del mismo modo, estaba maldiciendo a su ascendencia, a sus padres, quienes le engendraron, concibieron y procrearon. Si bien ya sus hijos habían fallecido y tal vez sus padres también, no se alude a ellos en el relato, esta maldición de Job habría producido un impacto negativo en su segunda familia. El último capítulo narra el postrer estado de Job, una vez que vive su proceso y es restaurado, resaltando que el favor de Dios fue tal sobre él, que sus bienes y bendiciones fueron multiplicados y Dios le dio nuevos hijos. Es importante reflexionar sobre lo irresponsable que somos a veces, cuando sumidos en la frustración y ensimismados en nuestra falta de propósito, actuamos locamente comprometiendo aun a las generaciones que están representadas en nosotros.
La segunda parte comprende los versos 10 al 22, en los cuales Job desea haber sido un abortivo, trasladando ahora su maldición hasta su ascendencia, involucrando a su primogenitora.
Job maldice a su madre al declarar que debió ser infértil y no haberlo concebido, y reduce toda su propia existencia a la palabra miseria. Extiende la maldición a su matrona y la eleva a los pechos de su madre que lo amamantaron. Alaba la muerte y declara que en ella está el reposo, atribuyéndole el significado de trabajo y fatiga a la vida, a su propia vida. Declara en su maldición la inutilidad y vacuidad de la vida, haciendo alusión a reyes y príncipes que conquistaron y almacenaron riquezas, pero que ahora están muertos, y una vez más ratifica el deseo de haber sido abortado y escondido de la luz de la vida. Anhela el lugar de los impíos al morir y de los agotados de la vida; de los que experimentaron servidumbre y vivieron bajo el yugo de otro. Desea ese lugar, donde yacen los seres de distintas condiciones: esclavos, libres, pequeños, grandes, que están muertos y libres de todo pesar.
La última y tercera sesión del pasaje, versos 20 al 26, describe con mayor amplitud el estado depresivo y de amargura de Job.
Si su fin es pasar trabajo, ¿por qué nació? ¿por qué vive si está en amargura? Expresa su profundo hastío por la vida y su frustración al no hallar la muerte. El verso 25 deja ver el carácter humano de Job en cuanto a sus temores. Ciertamente, ellos no son la causa de lo que le ocurrió, los dos capítulos anteriores dejaron ver con claridad que la causa fue satanás. Sin embargo, dichos temores representan la verdadera esencia de su vida sin sentido.
Los versos 23 y 26 describen claramente el sin sentido de la vida de Job, antes de su estado actual. El 23 registra la pregunta: ¿Por qué se da vida al hombre que no sabe por dónde ha de ir? La versión Nueva Biblia Viva arroja más luz en este verso al traducir: “¿Por qué dejar que nazca un hombre si Dios lo ha de encerrar en una vida de incertidumbre y frustración?” Job está declarando que vivió en todo momento una vida sin sentido, sin propósito. Toda su fortuna, sus bienes, su fama, su hacienda, su renombre, sus hijos y toda la opulencia en la que vivía, no impedían su vacío espiritual y su falta de propósito. En el 26 expresa: “no he tenido paz”. La paz es el resultado de una vida de propósito. El impío vive en despropósito y la sentencia divina es. “…no hay paz para el impío…” (Isa. 48:22; 57:21). “No me aseguré ni estuve reposado”. El constante temor en la vida de Job lo llevó a una permanente paranoia espiritual, razón por la cual mantenía la conducta expresada en 1:6, y como consecuencia: “no tenía reposo”. El reposo es una virtud, un don y un estado espiritual que se adquiere, como consecuencia de la confiada, íntima y segura relación con el Padre. A pesar de que Job sacrificaba todos los días en favor de sus hijos, no mantenía una relación de confianza e íntima con el Creador. Le conocía como El Shadday, el Todopoderoso, pero no como Su Dios y Padre Todopoderoso. En consecuencia, declara, Dios lo había “encerrado” (v 23), aunque su propia vida vacía implicó dicho encierro. Pero lejos de humillarse, postrarse y buscar su favor, optó por el irracional deseo de morir y terminar con su vida vacía y sin sentido.
A mediados del siglo pasado, en la Europa perturbada por los nazis con los campos de concentración, se registró un hecho particular con un hombre judío en Viena. Este joven austríaco de nombre Viktor Frankl, psiquiatra de profesión, se le presentó la oportunidad de aislarse de toda aquella situación desoladora en la que vivían los judíos en su país, viajando a Estados Unidos para aceptar una oportunidad de empleo y desarrollar su profesión. Estaba listo para contraer matrimonio y tenía el escenario ideal para consolidar su familia y realizar su proyecto de vida. Sin embargo, pensó que al marcharse, sus padres serían llevados a un campo de concentración y eventualmente morirían, como el resto de los de su raza, en las cámaras de gas; así que tomó una decisión. No solo decidió no viajar a Estados Unidos, rechazando la oferta de empleo, sino que voluntariamente, se internó en un campo de concentración. Se había preguntado: ¿Qué sentido tenía la vida para aquellos que vivían en un lugar así? Su pregunta lo llevó a desarrollar la más audaz de las investigaciones, ya que él mismo vivió y experimentó cada día aquello que consultó de sus compañeros. La documentación de este inusual estudio, dio como resultado uno de los aportes más significativos en el campo de la psiquiatría y la psicología, como es la Logoterapia. Pero en el ámbito literario, la documentación de su experiencia en el campo de concentración dio como resultado el texto titulado “El hombre en busca de sentido”. El autor dirige sus comentarios a ilustrar lo que se indica en el título, la busca de sentido. Hace pensar en cómo, al final, lo que importa es ser conscientes de los motivos para luchar y para sobrellevar las condiciones de vida, por muy penosas que estas sean. Se soporta en las palabras del filósofo Nietzsche, quien afirmó “el que tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo”. Esto pudo ser la clave que lo alentó a él mismo, habiendo asumido aquella experiencia como propósito de vida y facultó a sus pacientes y compañeros para soportar la misma tortura, superarla y sobrevivir. La vida tiene sentido cuando existe un propósito por el cual vivirla. Cuando existe tal propósito, el sentido que este le da a nuestra vida nos hace capaces de aniquilar y extinguir cualquier sufrimiento. El apóstol Pablo dice de Jesús que “…por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio…” (Heb. 12:3). Debemos esforzarnos por conocer el sentido de nuestra vida para así cumplir con el propósito divino. Nuestra responsabilidad es conocer el propósito del Padre para realizar lo que a nosotros nos corresponde dentro del divino propósito.
Finalmente, la desafortunada actitud maldiciente de Job deja clara su falta de gratitud. Más allá de su desgracia actual, de su fétido estado de salud, de su condición deprimente y de su ruina total, maldecir su vida y desear la muerte significaba desconocer todo el bien que tuvo y toda esa vida dichosa y llena de favores, tal como describen los primeros cinco versos del libro. El favor divino era tal, que el mismo satanás lo reconoció y afirmó que Dios le tenía cercado, protegido y lleno de favores. Ante tal hecho y ante el triste cuadro actual en el que Job solo opta por maldecir su día, se muestra el claro desenfoque de un hombre que, aunque reconocido por Dios con altísimas virtudes, yace frustrado, confundido y perdido en la ingratitud, la vida sin propósito y carente de todo sentido…
Conclusiones: Escriba en la entrada al pie de página sus conclusiones sobre el estudio de los primeros tres capítulos y responda las siguientes preguntas:
.- ¿Qué significado tiene para usted lo que le aconteció a Job?
.- ¿Qué entiende usted por "Soberanía Divina"?
.- ¿Tiene satanás autorización para intervenir negativamente en la vida de los Hijos de Dios?
.- ¿Qué significa para usted vida sin sentido?
“El sufrimiento del ser humano es un fenómeno psicofísicoemocional de insatisfacción, dolor y vacío, que se experimenta cuando la vida carece de sentido y se desconoce o se ha perdido el propósito para vivirla.”
Wilman Ruiz
Nota: Sigan el blog la próxima semana para que continúen con la segunda parte del seminario
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