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Tiempo y ocasión: Josué 10:1-27


Cada día tiene 24 horas, tiempo en el cual la Tierra gira sobre sí misma, haciendo posible que la energía irradiada por el sol alcance todos los puntos posibles del geoide, estableciendo de esta manera, un tiempo maravilloso de ciclo energético que hace posible el balance para la vida.

Sólo 24 horas, tiempo energético suficiente para hacer lo que corresponde. Sin embargo, cuando logramos alinear nuestra vida al propósito divino y hacemos de la causa de Dios nuestro propósito de vida, el tiempo no solo transcurre a nuestro favor, sino que se acorta o extiende al compás de nuestro paso, ajustándose, ya que el universo entero que se sujeta a las leyes divinas, funge como asistente a todo aquél ser que cumple la voluntad del Rey de reyes y Señor de señores.

Tal verdad fue convertida en un hecho y victoria personal por Josué. En su gestión como líder del pueblo hebreo, cuyo propósito era conducirlo en la travesía de tomar posesión de la tierra prometida, organizar el territorio una vez ocupado, distribuir al rededor a las doce tribus que conformarían el Estado hebreo y comenzar a vivir a plenitud la Palabra profética en una tierra que

fluye a torrentes leche y miel, alimentos que representan dicha y vida plena.

Así, en el curso de su labor como líder, Josué debió librar una de las batallas más emblemáticas de su vida, la batalla de o por Gabaón, que no se trataba causalmente de su propia batalla; él, simplemente, libraba la batalla de sus amigos; Josué devolvía un favor. Los cinco reyes que ocupaban las tierras pertenecientes a los hebreos, le habían declarado la guerra al rey de Gabaón, quien se había aliado al ejército de Josué, ayudándoles en las luchas y batallas anteriores contra sus enemigos.

Pero esta vez era Gabaón la amenazada, así que Josué no vaciló en ir a pelear en favor de quienes les habían favorecido. La causa y propósito de nuestras luchas determina nuestro carácter, y viceversa. La lucha que llevamos a cabo y el por qué la luchamos, define nuestra razón de ser y presagia nuestro destino.

Del mismo modo, librar, en el marco del servicio, la causa de otro, abona maravillosamente el terreno en favor de nuestras propias conquistas. La pelea en favor de Gabaón que llevó a cabo el pueblo hebreo, no sólo le dio la victoria definitiva a los gabaonitas sobre cinco enemigos circunstanciales, sino que también liberó el territorio perteneciente a los hebreos, el cual ellos ocuparon posteriormente, como propósito y fin de la causa que seguían.

No obstante, lo emblemático de esta batalla consistió en el hecho sobrenatural que marcó este capítulo en la gestión y liderazgo de Josué. De acuerdo a lo que establece el pasaje del capítulo diez (Josué 10:1-27), el líder hebreo llevó a cabo una estrategia que comprendió dos elementos básicos: la sorpresa y la oscuridad de la noche. Tanto el ejército de Josué como el de Gabaón, tomaron por sorpresa durante la noche a los cinco ejércitos enemigos, saltando sobre ellos y asesinando a los soldados. A los otros solo les quedó la alternativa de huir despavoridos. Me atrevería a especular, que tanto el elemento sorpresa como la oscuridad nocturnal, le imposibilitaron al ejército de la coalición de reyes ver con claridad e identificar a los soldados hebreos y gabaonitas. Bajo estas desfavorables circunstancias, solo les quedó huir aterrados y tratar de salvarse.

Ahora bien, el éxito de la estrategia de Josué dependía de que la oscuridad de la madrugada se mantuviese. Ante esta situación, Josué declara una Palabra profética, bajo el respaldo divino, en la cual le habla al sol y a la luna, ordenándoles detener su curso. Entendemos que es la tierra la que gira alrededor del sol, pero el universo no requiere de nuestro conocimiento en geografía o astronomía. Siempre que declaremos la Palabra bajo el respaldo divino, las cosas que declaremos ocurrirán, sin conflictos de semántica o sintaxis, ya que la naturaleza comprende el lenguaje y órdenes de su Creador.

El resultado de todo este evento sobrenatural fue que la madrugada de aquél día se extendió, durante casi 24 horas más, tiempo suficiente para que Josué y Gabaón exterminasen por completo al enemigo, acabando de manera total y permanente con la amenaza en una victoria tan contundente, que alteró el kronos de la historia de nuestro planeta.

Cuán importante es emplear de manera efectiva nuestro tiempo energético. Josué fue diligente, no solo en cuanto a lo que hizo y cómo lo hizo, sino también en cuanto al tiempo que empleó para hacerlo. Emplear de manera asertiva e inteligente nuestro tiempo, es fundamental para el alcance de nuestros objetivos y propósito de vida. Por el contrario, desperdiciar nuestro tiempo, es restarnos la posibilidad de alcanzar lo nuestro, perdiendo oportunidades. El sabio Salomón dijo al respecto: “Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes la gracia; sino que tiempo y ocasión acontece a todos” (Ecl. 9:11).

Contrariamente, no aprovechar nuestro tiempo energético redunda negativamente en nuestra vida, llevándonos ante la frustración y los torturantes recuerdos de lo que pudo ser y no fue. Al respecto, también discurre Salomón en el mismo libro de Eclesiastés, capítulo doce (12:1-7): “Acuérdate de tu creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años, de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento….”

En síntesis, Josué sirvió a Dios por medio de su servicio al pueblo hebreo, introduciéndolos en la tierra prometida y organizándolos en el territorio que ocupan hasta el día de hoy. Igualmente, sirvió en su paso a Gabaón, favoreciendo la vida de dicho país con una paz política que permanece. Del mismo modo, no desperdició su tiempo de vida, su tiempo energético. Antes, fue en ello muy diligente, a tal punto, que el mismo tiempo lo premió con casi 24 horas de más, como el alto y honorable reconocimiento a quien jamás desperdició un minuto de su vida.

El tiempo favorece a quienes lo emplean diligentemente. El servicio a los demás redunda en la cobertura de nuestras propias necesidades. El universo siempre favorecerá las estrategias de quienes se alínean al diseño y propósito divinos. Tiempo y ocasión Dios nos da a cada uno, saberlos discernir y emplearlos diligentemente, representa la clave del éxito en cualquier emprendimiento.

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