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Seminario: “SOBERANÍA, GRACIA Y PROPÓSITO” Un estudio basado en el libro de JOB (III Parte) Pas


Esta tercera parte del estudio (Capítulos 38 al 42) representa la esencia del libro. Calladas ya las voces de los que pretendían filosofar y esgrimir un argumento humano acerca de lo que le ocurría a Job; agotados los juicios tendencioso basados en un concepto de justicia que deplora la condición del hombre, bajo una absurda teoría de autosuficiencia, censurando la libre, determinada y soberana acción divina sobre él; limitados los criterios e hipótesis acerca de la majestad divina, al presentarlo como juez intransigente que está predeterminado a castigar la mínima bajeza humana, condicionando su bondad al arrepentimiento del hombre exclusivamente; puestos en evidencia los débiles balbuceos humanos sobre la sabiduría divina, desde la finita perspectiva de las criaturas terrenas; refrenado y finalmente silenciado el pensamiento religioso de los acompañantes de Job, se abre ahora un escenario más elevado, pleno de sabiduría, verdad y redención.

Por su parte, frente a los no menos desafortunados argumentos de Job que pretendían demostrar su supuesta inocencia, justificándose a sí mismo e inculpando al Todopoderoso, haciéndolo responsable de obrar injustamente contra él. Ante la demostrada actitud carente de humildad y plagada de soberbia, Dios increpa a Job y lo emplaza a que responda y argumente ante sus preguntas. Demanda de su sabiduría y le hace una sencilla y profunda exposición, disertando sobre sus maravillas como Creador, Proveedor, Sustentador, Juez y Rey Soberano.

Ante la irrefutable verdad divina, finalmente, Job se humilla, reconoce su pecado, pide perdón al Todopoderoso y es objeto de su Gracia redentora y restauradora. Comprende así el propósito en todo el proceso vivido y es honrado y reivindicado por Dios ante sus detractores, sus familiares, sus vecinos y ante el propio Satanás, quien creyó haberle dado inicio a todo y simplemente, fue objeto de los planes divinos que elevarían a Job a una nueva dimensión espiritual.

.- Capítulos 38 y 39: Luego de la asertiva exposición de Eliú, El Todopoderoso irrumpe en la escena en medio de un torbellino. Su relampagueante voz genera un inevitable silencio ante las filosóficas voces de todos los presentes. Pero no se dirige al auditorio completo, sino que escoge un palco privado y en exclusiva, dialoga con Job. Le formula su pregunta introductoria: “¿Quién es ese que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría?”. La potente voz del Todopoderoso aunque relampagueante, imperativa y retumbante, se desliza humana y suave a la altura de su interpelado. Desciende hasta su nivel y se mide en su terreno, en una muestra de comprensión y misericordia, otorgándole a Job la oportunidad de dar cuenta de su causa. De la misma manera como le brindó la ocasión a Caín de dar cuenta de sus actos; tan humano, como en el caso de su respuesta a la temerosa y comprensible pregunta de Moisés cuando le envió ante faraón; al igual, más adelante, cuando interpela a Elías, frustrado, huyendo y dispuesto a renunciar, metido en lo profundo de la cueva; de la misma manera, también acá, se iguala con Job y lo invita a prepararse: “…ciñe como varón tus lomos”, debido a que… “Yo te preguntaré y tú me responderás” (38:1-3).

.- Esta segunda interrogante (cap. 38): “¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?” (38:4) es el preludio de una interminable cantidad de preguntas que el Todopoderoso le formula al patriarca, seguidas de afirmaciones, aclaraciones, explicaciones y reformulaciones que explican, profundizan y amplían los débiles y muy limitados conocimientos de Job sobre cada tema de la divina exposición. Sus palabras, más que una mera disertación como la de los detractores de Job, resulta la revelación que el Todopoderoso le hace de sí mismo y de su omnipotencia. Le revela grandes y profundos misterios humanos y extrahumanos, sobre un sin número de elementos naturales y espirituales, en los que se destacan: Misterios de astronomía y sobre la arquitectura, características y leyes de nuestro planeta Tierra (v 4-7, 18-20, 22, 24; Ecl. 1:4); misterios sobre la profundidad, características, origen y leyes físicas de las cuencas oceánicas (v 8-13, 16,17; Ecl. 1:7); misterios relacionados con los ciclos del día y la noche, el sol y la luz, así como la oscuridad (v 12-15, 19, 20, 24); misterios relacionados con la dimensión espiritual, con la muerte y los predios de la muerte (v 17-20). El verso 21 destaca el sarcasmo del Todopoderoso, un artificio cultural empleado por los sofistas amigos de Job y por él mismo en sus discursos, con lo que ratifica que se había equiparado con ellos en su nivel de discusión humana. Los versos 22 y 23 hacen una referencia a un misterio escatológico: Ez. 11:11-13; Isa. 30:30; Ap. 16:21. Siguen los misterios relacionados con el clima, las estaciones, los ciclos de la luz, los ciclos del viento (Ecl. 1:3, 6); misterios relacionados con los ciclos del agua, las estaciones, la lluvia, la termodinámica y la dinámica meteorológica del planeta (v 25-30); misterios relativos a la astronomía (v 31-33); en el verso 33 hay una alusión a la oración del Padre nuestro, referente a pedir que el poder y diseño divinos se establezcan en la Tierra, así como están establecidos en los cielos: Mat. 6:10. Una vez más en los versos 34 y 35 se hace referencia a las leyes de la termodinámica y climatológicas; misterios relativos a la inteligencia de los seres humanos (Ecl. 2:26); misterios relacionados con la astronomía, la geografía y la litósfera, específicamente (v 37 y 38).

.- Los versos 39 al 41 del capítulo 38 y todo el capítulo 39 conforman la segunda sección de la interpelación divina a Job. En esta parte, los temas del Todopoderoso discurren sobre la fauna: mamíferos, aves, reptiles, peces; y se extiende hasta los versos finales del capítulo 40, prosiguiendo en el 41, referente a la fauna marina y específicamente, al monstruo que habita en la profundidad del océano, llamado leviatán. En cada caso, el Todopoderoso le muestra a Job su Soberanía en cuanto a la creación, sustento, cuidado, reproducción, hábitat, formas de vida y atención de toda la fauna del planeta, creada por Él.

.- Versos 39 al 41 del capítulo 38 muestran los cuidados del Altísimo en cuanto a provisión; el ejemplo en este caso, es el león en representación de la especie felina. Los primeros cuatro versos del capítulo 40 muestran la atención divina en la reproducción de las cabras, como representantes de los animales de pastoreo. Los versos cinco al ocho revelan lo concerniente al hábitat y sustento del asno como animal silvestre de carga. Del 9 al 12, el búfalo como bestia de campo representa la naturaleza y características de las especies no domesticadas de los mamíferos. Los versos 13 al 18 presentan al avestruz, como representante de un tipo particular en la especie de las aves, mostrando sus ventajas y desventajas. Los versos 19 al 25 hacen referencia al caballo como animal domesticado de usos múltiples, empleado no solo en labores familiares de transporte, sino principalmente militares. Del 26 al 30, los protagonistas son el gavilán y primordialmente el águila, como rey en la especie de todas las aves.

.- Capítulo 40: Los primeros catorce versos de los veinticuatros de este capítulo conforman un paréntesis, en el cual, el Todopoderoso interpela nuevamente a Job de manera directa, personal e incisiva, poniendo en evidencia toda su bajeza y vileza. Expuesto ante el Creador, el patriarca responde humillado cerrando su boca y guardando silencio. Resulta esta la tercera interpelación que Dios le hace a Job, lo cual tiene gran significado, ya que vemos en otros contextos con personas a quienes el Todopoderoso les encargó tareas trascendentales, que también fueron tres las experiencias que tuvieron con Dios. Tal es el caso de Jacob en toda la travesía de su vida, cuando huía de su hermano Esaú y luego de haber regresado a su encuentro, que fueron tres los divinos momentos que tuvo con Dios: 1) Gen. 28:10-22 (declaración del propósito); 2) Gen. 35:1-8 (confirmación del propósito); 3) Gen. 35:9-15 (ejecución del propósito). Por su parte Elías, cansado ya, angustiado, temeroso y frustrado, decide huir para librarse de la amenaza de Jezabel y renunciar a su labor como profeta. En este proceso del final de su labor ministerial, el Todopoderoso le sale al encuentro también en tres ocasiones: 1) 1 Rey. 19:4-8 (equipamiento y encargo de la última tarea); 2) 1 Rey. 19:9-12 (preparación para la transición y cambio); 3) 1 Rey. 19:13-18 (ejecución del cambio e inicio de la transición). En el primer libro de Samuel, los versos 1 al 15 del capítulo tres, registran los tres llamados que Jehová le hace al joven profeta, antes de declararle la primera profecía con la que iniciaría su trascendental ministerio. Bajo su liderazgo, el pueblo de Israel transicionó desde un gobierno teocrático conforme al diseño divino, hacia un gobierno monárquico, de acuerdo al modelo humano. Finalmente, señalamos el emblemático caso de Pedro quien fue “zarandeado como a trigo” y vivió la fatídica experiencia de negar tres veces al Salvador. En innegable y profundo acto de amor redentor, el Mesías Resucitado le preguntó, en igual número de veces: “¿Me amas…?”, resarciendo así sus errores, en cada caso perdonándole y sanándole espiritualmente y restaurándole a su posición y llamado ministerial. Con Job no ocurrió diferente. En este pasaje se registra la tercera interpelación del Todopoderoso (las anteriores se registran, la primera de ellas, en el capítulo cinco y la segunda en los versos 1 al 3 del capítulo 38). El número tres es representativo de la divinidad y tiene un significado de reafirmación, consolidación, seguridad, firmeza

.- La tercera interpelación inicia igualmente con una pregunta: “¿Es sabiduría contender con el Omnipotente?” (40:1,2). El Todopoderoso le otorga a Job la oportunidad de responder ahora con un criterio alineado a su revelación. Aniquilados ya todos los sofismos y argumentos humanos; desechos como quedaron todos los dogmas religiosos, infructíferos e inútiles; desplazada y dejada atrás toda pretensión de autojustificación y todo vestigio de justicia humana inservible, se le otorga en este momento al patriarca, la oportunidad de responder desde su ahora amplia percepción de la soberanía divina, con la clara conciencia de su finita incapacidad humana. Y totalmente claro aunque perplejo y abismado, con “…espíritu de sabiduría y revelación en el conocimiento del Él” (Ef. 1:17), solo se limita a responder: “…yo soy vil, ¿qué te responderé?...” (v 3-5).

.- Luego de la respuesta de Job el Todopoderoso le formula su tercera y última interpelación. En la primera ocasión se dirige a él como un Padre que exhorta por primera vez a su hijo que ha cometido un desafuero (todo el capítulo cinco). En la segunda (38:1-39:30), responde desde un torbellino y se le revela como Dios Omnipotente y Todopoderoso que hizo los cielos, la Tierra, el mar, toda la fauna marina, terrestre, aves y como el sustentador de toda vida en el planeta, incluyendo las más poderosas sobre la tierra (40:15-24) y bajo las aguas (41:1-34). Pero en esta tercera ocasión (40:6-14), se le revela como el Juez que en el ejercicio de Toda Autoridad, condena y castiga la altivez y la soberbia, y tiene Todo el Poder para hacerlo; y para que no le quede duda, responde desde el estrado de un torbellino. Y emplaza al patriarca, porque si él está a Su Altura y tiene el mismo poder, el poderoso brazo, la voz de trueno, entonces “…adórnate de majestad y de alteza, y vístete de honra y hermosura” y juzga y condena al altivo y al soberbio así como lo hago yo: “encúbrelos… en el polvo… y…en oscuridad”. Si eres capaz de hacer esto, entonces –dice el Todopoderoso-, y ya sin sarcasmo sino con la convincente, humillante e incuestionable verdad divina: “yo también te confesaré…” que tienes el poder de salvarte a ti mismo. En otras palabras, eres autosuficiente, todopoderoso, justo y portentoso y, por tanto, eres Dios. Y para ser más contundente y didáctico en cuanto a la demostración de su infinito Poder y Señorío, le muestra dos seres finitos, del reino animal, “behemot” y “leviatán”, los cuales son criaturas como él mismo, pero cuyo poder es tan maravilloso e insondable, que Job con su autosuficiencia no podría compararse con ellos.

.- Los versos 15 al 24 del capítulo 40 y todo el capítulo 41 (v 1-34), presentan a los dos ejemplares finales de los animales que el Todopoderoso le muestra a Job, como evidencias representativas de Su Poder como Creador. Los llama “behemot” y “leviatán”. Aparentemente no son nombres propios como tal, sino más bien sustantivos o nombres de dos especies. Algunos comentaristas refieren que en el caso de behemot, se trata del rinoceronte, por sus características, hábitat y estilo de vida. En lo concerniente a leviatán, hasta ahora no existe una referencia comparativa, si bien algunos han aducido alguna especie de ballena no conocida aún. En todo caso, la relevancia de estos personajes consiste en el énfasis que en algunos versos el Todopoderoso hace de ellos. Por ejemplo en 40:24: “¿Lo tomará alguno cuando está vigilante y horadará su nariz?, en el caso de behemot; 41:9 y 10: “…aun a su sola vista se desmayarán, ¿quién, pues, podrá estar delante de mí?”, con referencia a leviatán; y tras esta interrogante que termina de aniquilar la inútil altivez de Job, cuya insignificante fuerza no se mide con la de unos animalitos creados por Dios, pero incomparablemente más fuertes y poderosos que él, el Todopoderoso le formula otra interrogante, haciendo énfasis esta vez en su soberanía: “¿Quién me ha dado a mí primero para que yo le restituya? Y reafirma contundentemente: “Todo lo que hay debajo del cielo es mío” (v 11), dejando por sentado: incluyéndote! Y finaliza sus indubitables demostraciones de poder, autoridad, señorío y soberanía sobre Job, diciéndole acerca de leviatán: “No hay sobre la tierra quien se le parezca, animal hecho exento de temor. Menosprecia toda cosa alta; es rey sobre todos los soberbios”; es decir, si la causa de la soberbia de Job obedecía al poder que ostentaba, entonces, no tiene la más mínima idea de lo que significa tener poder y por tanto, ni siquiera se justifica su absurda débil e insignificante soberbia. Con estas contundentes, sencillas y comprensibles declaraciones, aunadas a las profundas revelaciones sobre su poder y magnificencia, el Todopoderoso termina su diálogo e interpelación ante Job y decide guardar silencio, para darle lugar a la eficacia de Su Palabra y que el patriarca proceda de acuerdo al propósito para el cual Él se le reveló.

Tercera parte de la última sección, comprendida por el capítulo 42. Se muestra el producto y resultado de todo el proceso vivido por el patriarca, que le costó la vida de su familia, la pérdida de su hacienda y de todo su poder financiero; la pérdida de sus bienes, empleados; el alejamiento de sus hermanos, familiares, vecinos; la pérdida de su prestigio, renombre y posición social, y la no menos dolorosa pérdida de su salud, amén de la crítica y ataque de su propia esposa y la condena de sus tres amigos. Pero por muy cuantiosa que represente la sumatoria de todos estos elementos, en sus valores cuantitativos y cualitativos, es necesario resaltar que la pérdida más importante que tuvo Job en todo el doloroso y traumático proceso, fue la pérdida de su soberbia y altivez. En verdad, estos dos “apetitos de la carne” fueron la causa y el objeto de todo el proceso vivido, y su superación trajo como resultado la promoción de Job hacia otra dimensión espiritual, luego de su restauración, lo cual le produjo su reivindicación ante el Todopoderoso y la honrosa recuperación y multiplicación de todo su patrimonio.

.- Capítulo 42 versos 1 al 6: En actitud humilde, silenciado ante la magnificencia del Todopoderoso y desnudo ante Él, Job reconoce su pecado de haber pretendido ser más justo que su Hacedor y le responde respetuosamente (v 1, 2). Hace referencia a la interrogante con la cual el Todopoderoso le interpeló en un par de ocasiones: “¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento?”, reconociéndose responsable y culpable de tal hecho y confesando su necedad al hablar lo que “… no entendía…” ni “…comprendía” sobre “…cosas demasiado maravillosas…” para él (v 3). Con estas palabras, el patriarca reconoce no solo lo limitado de su poco conocimiento, sino lo estéril de la sabiduría e inteligencia humanas. En base a ello, cambia su actitud altiva y pedante, por la de un espíritu humilde y enseñable y le suplica al Todopoderoso: “Oye, te ruego, y hablaré: te preguntaré y tú me enseñarás” (v 4). Ya no le emplaza a que responda sus demandas (6:1-10; 10:1-13), sino que suplica e implora y manifiesta su deseo de aprender del Creador. Pero hace la confesión más trascendental y asombrosa, porque confiesa que acaba de conocer al Todopoderoso (v 5). No le conocía, y luego de haber vivido todo el proceso y de haber sido abismado por su magnificencia al revelársele, entonces, pudo conocerlo. Job acaba de comprender que siempre vivió una vida sin sentido. Entiende que todo lo que había vivido hasta el inicio del actual proceso, fue una vida vacía, sin propósito y carente de significado, ya que lo primordial de su vida no había ocurrido: ¡No conocía a Dios! Todo su pasado estuvo fundamentado en la vacuidad de una vida religiosa, superficial y sin propósito (1:5). Su vida siempre giró en torno a sus hijos, quienes tampoco tuvieron jamás una vida de propósito. Él nunca ejerció un liderazgo sobre ellos modelando un estilo de vida digno de ser seguido y emulado por su descendencia. Así como estuvo ensimismado en todo el proceso vivido recientemente, comprendió que también había vivido permanentemente ensimismado en lo que él consideraba correcto. Entiende ahora que fue el único responsable de la muerte de sus hijos y de todo su personal, así como de la pérdida de su patrimonio. Comprende que ni siquiera su esposa tuvo un lugar de honor en su vida, sino que el centro siempre fueron sus hijos. “Ahora mis ojos te ven” y con la claridad de la revelación divina, es ahora capaz de verse a sí mismo desde la correcta perspectiva del Todopoderoso. Al atinar en esta verdad, procede como lo hiciese, posteriormente, el profeta Isaías al quedar en evidencia ante Jehová (Isa. 6:1-7). Job comprende todo el “sin sentido” de su vida, y evoca sus altisonantes palabras ante el Creador. Recuerda las palabras infladas con las que se dirigió a Él y la altivez y soberbia con las que le retó, haciéndose más justo que Él. Se reprocha las demandas que le hizo al Todopoderoso y las exigencias por su estado de salud y la deshonra vivida. Ante todo ello, confiesa: “…me aborrezco y me arrepiento en polvo y ceniza”. Asume ahora las consecuencias de todo y vive su duelo espiritual, ya no por las pérdidas humanas, materiales y morales, sino por la pérdida espiritual de haber ofendido al Todopoderoso. “Me arrepiento…”, son las palabras que resuenan en los labios de Job y dan un final a todo el proceso.

.- Versos 7 al 10: Si el pasaje anterior resultó conmovedor por todas las verdades y principios espirituales plasmados allí, este pasaje no lo es menos. De hecho, se abstraen dos de los principios fundamentales del Reino de Dios como son, la Regla de Oro: “”Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas” (Mat. 7:12); pero también un principio de vida del Reino, el principio que condiciona el perdón de Dios: La Ley del Perdón, que aparece explícita en la oración modelo: “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mat. 6:12). Estos dos principios del Reino Job debe aplicarlos con sus detractores amigos, como la tarea final de todo el proceso vivido. Una vez que el Todopoderoso habló con Job se dirigió a uno de los tres amigos de éste. Habló con Elifaz, el de Temán, justo el primero de los tres que dio inició a los nefastos discursos condenatorios hacia Job. Lo interpela y le dice que está airado contra él y contra sus dos amigos, reprochándoles por no haber hablado lo recto de Él ante el patriarca. No obstante, le muestra el camino de la redención (v 7-10); le indica que se provea los animales necesarios para que los lleve ante Job y que este, ofrezca sacrificios ante él por ellos tres, para que el Todopoderoso los perdone. Y así, repentinamente, el Todopoderoso cambia por completo un escenario de meses de discusión, acusaciones, enemistad, celos, ofensas, críticas, excusas, impiedad, argumentos, hipocresía, maldad y enemistad, en un ambiente hermoso de perdón, reconciliación, amistad y unidad. Y allí se los ve, los tres, cada uno con el correspondiente cordero para el sacrificio, desfilando en procesión hacia el hombre a quien habían estado descalificando y condenando. Pero si esto implicó un gran esfuerzo mental y emocional para los tres, para Job no fue diferente. Pudiese inferirse que el Todopoderoso le había hablado a Job sobre el sacrificio y que sus amigos acudirían a él para que lo oficiara en su favor. Esto sería tácito, si se quiere. Sin embargo, tratándose del proceso que involucraba a los cuatro, no es descabellado pensar que Job se sorprendió por este acto de sus amigos, lo cual desconocía por completo. Ellos actuaron como el Todopoderoso les indicó y Job, que ya tenía una actitud diferente, procedió de acuerdo al diseño divino, llevando a cabo por primera vez su propósito. Ofreció el sacrificio a favor de sus otrora enemigos vestidos de amigos. Rogó al Todopoderoso por ellos, esparció la sangre sobre el altar, encendió el fuego, quemó el incienso y llevó a cabo el holocausto. Con la carne, grosura, entrañas y demás partes de los animales, también se quemaba una pasada vida vacía y sin sentido por parte del patriarca, y renacía al mismo tiempo, una vida de propósito al servicio de todos, incluyendo sus enemigos a quienes ahora, por medio del perdón, los hacía sus amigos. Justamente allí, en el momento mismo de aplicar las dos referidas leyes del Reino: la Ley del Perdón y la Regla de Oro, cuando “hubo orado” por sus amigos, que “…quitó Jehová la aflicción de Job… y aumentó al doble todas las cosas que habían sido…” suyas. Perdón, restauración y restitución, todo al mismo instante. El término hebreo que se emplea para traducir “orado” es palal, el cual se emplea más de 80 veces en el A.T. Palal habla de la oración como intercesión, pedir con más poder y sabiduría que intervenga a favor de la persona por quien se ora, como en el caso de Ana por Samuel (I Sam. 1: 12). También aparece en II Crón. 7:14. No hay restauración sin perdón y el perdón implica intercesión. Dios perdonó y restauró a Job una vez que “hubo orado” por sus amigos…

.- Versos 11 al 17: Como resultado de todo lo anterior, se produjo un gran impacto en el resto, así que “vinieron a… Job… todos sus hermanos… hermanas y todos los que le habían conocido, y comieron con él pan en su casa, y se condolieron de él, y le consolaron de todo aquél mal… y cada uno de ellos le dio una pieza de dinero y un anillo de oro”. “Cuando los caminos del hombre son agradables ante Jehová, aún a sus enemigos hace estar en paz con él” (Prov. 16:7) El galardón del Todopoderoso no se hizo esperar, derramó nuevamente su bendición sobre el nuevo Job y su estado fue mayor que el primero, debido a que tuvo:

  • Catorce mil ovejas

  • Seis mil camellos

  • Mil yuntas de bueyes (dos mil bueyes)

  • Mil asnas

  • Siete hijos

  • Tres hijas

  • Sus hijas eran hermosas

  • Les dio herencia a sus hijas (lo cual no era costumbre)

  • Vivió ciento cuarenta años

  • Recuperó a su esposa

  • Vio a sus hijos, nietos, bisnietos y tataranietos (hasta la cuarta generación)

  • Murió viejo, lleno de días y con propósito

Conclusión:

Las tres variables de este seminario las vimos reflejadas de la manera siguiente:

  • Soberanía: Dios es Omnipotente y Todopoderoso, Creador de todo lo que existe y su Sabiduría está por encima del más ilustre y altísimo conocimiento humano. Él es Juez y Señor Soberano en toda la creación y sus preceptos y voluntad están por encima de todo.

  • Gracia: A pesar de que a veces no comprendemos los planes y propósitos del Creador y actuamos nos comprende y guía, revelándose a nosotros para que entendamos sus diseños. Aunque en nuestro descoocimiento de los misterios insondables del Creador pretendamos apelar a nuestra justicia humana y erremos, El Padre siempre nos llamará tres veces, dándonos la ocasión de aferrarnos a Su Gracia para así comprender sus propósitos.

  • Propósito: Cuando carecemos de la revelación divina y no conocemos íntimamente al Padre, es imponsible que comprendamos su voluntad y propósito por el cual Él nos ha llamado. Pero cuando le conocemos por medio de Su Gracia, nos es posible comprender su propósito y disponernos a cumplir nuestra parte en el.

¿Cuál es el concepto de sufrimiento que conocemos? ¿Qué significa “sufrir”? ¿Por qué sufren las personas?

“El sufrimiento del ser humano es un fenómeno psicofísicoemocional de insatisfacción, dolor y vacío, que se experimenta cuando la vida carece de sentido y se desconoce o se ha perdido el propósito para vivirla.”

Por tanto, cuando conocemos la gracia del Padre y Él nos ha revelado su propósito, no hay sufrimiento como tal, ya que comprendemos que las adversidades que podamos vivir son el escenario que nos catapultará hacia el siguiente nivel.

Pastor Wilman Ruiz


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